Ponencia en el marco del II Seminario Internacional de Lenguaje y Saberes Infantiles del 19 al 22 de abril de 2006 en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Lenguaje y construcción de la representación del otro en los niños y las niñas Evelio Cabrejo Parra

Agradezco nuevamente la invitación y todo lo que la Universidad Distrital ha hecho para que esta estadía sea muy agradable para mí. El placer de crear un dialogo acá en Colombia, es para mi un honor; agradezco su presencia, y vamos a tratar de reflexionar conjuntamente sobre una parte de este extraordinario tema de Lenguaje y Saberes Infantiles.

He decidido partir de la idea de que el prototipo del saber humano se constituye a través de la lengua, entonces vamos a tratar en primer lugar, de instalar la lengua en la psiquis del bebé, y ver en seguida, cuáles son sus consecuencias en la representación del otro, del mundo y de sí mismo. Clásicamente, la adquisición del lenguaje, estaba profundamente asociada, a la aparición de las primeras palabras; cuando se llevaba el niño al médico, este preguntaba cuántas palabras estaba pronunciando pero desde algunos años, nos hemos consagrado a tratar de observar lo no observable directamente; es decir, a hacer inteligible ciertos procesos psíquicos, que están ya presentes en el bebé y que participan en la instalación y puesta en movimiento del lenguaje.

Embarazo

¿Cuáles son esos procesos psíquicos? Sabemos actualmente que todo bebé viene al mundo con una capacidad de percepción auditiva, si el bebé no es sordo, y que esa capacidad de percepción tiene una sensibilidad particular frente a la voz humana. Quiero decir que el bebé no trata la voz humana como el ruido del carro que pasa en la calle, o el agua que cae en el lavamanos; hay una sensibilidad natural a la voz humana y se diría que antropológicamente el niño sale del vientre para ir a colarse a la voz de la madre. Al nacimiento todo bebé es capaz de distinguir la voz de la madre de todas las otras voces que lo rodean; esta capacidad a distinguir las voces, es muy importante porque quiere decir que el bebé realiza una discriminación mental; está poniendo de esta manera en movimiento su pensamiento. El recién nacido distingue la voz de la madre, la voz del padre, la voz de todos los que le rodean y reacciona intersubjetivamente de manera diferente si está frente a la voz materna o a una voz diferente.

Al nacer

Para que dichas discriminaciones mentales y diferenciaciones de comportamiento sean posibles es necesario que ciertas informaciones sobre la voz humana se hayan inscrito en la psiquis del bebé, antes de venir al mundo. Efectivamente, a partir del cuarto mes de gestación, la neurofisiología de la audición empieza a ser apta para tratar informaciones que vienen de la voz, permitiendo así su inscripción en la psiquis del feto. Tales procesos de inscripción hacen que al nacimiento, la voz es ya, de una cierta manera, una vieja historia para el bebé que acaba de nacer. Esta experiencia interna de la voz permite realizar las primeras discriminaciones mentales y poner la actividad psíquica en movimiento. Durante los tres primeros meses de la vida, el bebé continúa realizando un trabajo silencioso impresionante de captación de rasgos acústicos de las voces que escucha. Se diría que dicha actividad perceptiva desencadena un proceso de escritura de rasgos acústicos en la psiquis del bebé a partir de las voces escuchadas. La actividad mental del bebé se ha hecho cada vez más observable, gracias a las nuevas técnicas de observación, particularmente, la utilización de la tecnología de la resonancia magnética que permite localizar la actividad cerebral cuando el sujeto realiza actividades mentales.

Cuando una persona habla, se constata que el cerebro del bebé se activa en ciertos lugares, señalando índices de trabajo mental frente a la voz escuchada. Todas las informaciones captadas de la voz se inscriben bajo la forma de huellas simbólicas en la psiquis infantil. Podríamos concebir la psiquis como una especie de arcilla que empieza a tomar una forma específica en función de la inscripción de esos primeros rasgos. Es así como toda cultura comienza a marcar simbólicamente al sujeto humano desde el inicio de su constitución. A partir del cuarto mes, todo bebé en toda sociedad del mundo, empieza a leer su propia escritura interna, para empezar a emerger como sujeto enunciador. Aquí empieza el balbuceo, un momento crucial en la constitución de la psiquis humana, en la construcción del sujeto humano, un momento fundamental en la estructuración de algo invisible; es el momento donde todo ser humano, todo niño, pasa del grito a la demanda. Para que haya demanda tiene que haber una inscripción del otro en el espíritu, y ¿cómo se realiza esta inscripción? Precisamente el otro comienza a hacer parte de la psiquis del bebé, por esos rasgos acústicos que el bebé le robó. Los ritmos alimentarios, los momentos de presencia y ausencia del que acompaña al bebé, participan igualmente en ese proceso de inscripción del otro en la psiquis humana. En toda cultura, en toda familia, se escriben ritmos alimentarios del bebé, y se inscribe una presencia o una ausencia; se inscribe todo lo que se realiza con el tacto; entonces la voz, los ritmos alimentarios, el tacto, los ritmos de presencia y ausencia, son modalidades culturales que le damos al bebé desde el principio y todo eso se inscribe en su espíritu. Si ustedes nutren un bebé, cada vez que llora va a llorar bastante; no porque sufra sino porque quiere ser nutrido y acompañado, pero si se le da un ritmo alimentario entra en ese proceso. Todas estas son maneras de inscribir el tiempo en el espíritu humano. Una vez que todos esos diferentes parámetros se inscriben en el espíritu, todo bebé realiza ese misterioso enigma constitutivo del lenguaje: antes gritaba por gritar de manera natural y ahora cuando grita, se dirige a alguien, llama a alguien, entra en la demanda, empieza a dirigirse a un otro exterior porque tiene un otro interior.

Si el otro interior no se constituye, el otro exterior no podrá nunca existir. El otro es una inscripción simbólica en el espíritu que no se encuentra en la naturaleza, que se construye en relación con los que acompañan al bebé. Como decía hace un momento, los dos primeros libros que todo ser humano aprende a leer son la voz de la madre, la voz de su padre, la voz de los que le rodean, y el rostro humano. La voz es un proceso, un movimiento; por la entonación ponemos en escena todo lo que sentimos al interior de nosotros mismos y el bebé tiene un oído de músico, es capaz de darse cuenta de todo lo que pasa en la psiquis del que lo acompaña, gracias a la entonación de la voz y a la puesta en escena de la voz va a jugar un papel central; si el bebé es sordo, entonces es el rostro el que jugará un papel muy importante en la constitución de la alteridad interna. el rostro. Precisamente, tenemos esos dos libros y esas dos maneras de poner en escena. En el ser humano existe una coherencia entre la entonación, la modulación, el movimiento de la voz y la prestancia del rostro. Es por eso que todos los bebés cuando alguien habla, inmediatamente miran a la persona que está hablando y van de cara en cara para poder leer esas dos puestas en escena y captar la coherencia inherente a estos dos procesos de traducción de lo que pasa en la psiquis humana.

Primeros 3 meses

Y si el niño es sordo, entonces se transforma en un especialista de la lectura del rostro humano. La paradoja es que al niño sordo hay que hablarle, y posiblemente hablarle más que si oyera, porque necesita aprender a leer la gramática del rostro; porque todo sordomudo cuando está hablando, está articulando como todo el mundo. Observen a los sordomudos, se la pasan articulando cuando hablan la lengua de los signos. ¿Por qué? Porque cuando eran niños pudieron observar las personas que hablaban y así se identificaron con ellos como sujetos enunciadores. En la constitución del sujeto humano, los procesos de identificación juegan un papel organizador. El ser humano tiene la competencia de poder reconstruir movimientos, gestos y operaciones mentales a través de la percepción auditiva y visual de lo que el otro pone en escena.

En los años 70, se descubrió la capacidad impresionante del niño como observador del rostro humano: desde el nacimiento, si alguien le mira cercanamente y pone en movimiento los ojos, el bebé es igualmente capaz de poner en movimiento sus ojos. Si abrimos y cerramos la boca, su boquita se pone inmediatamente en movimiento; si sacamos la lengua, su lengüita se pone en movimiento; el niño nunca ha visto su rostro, entonces realiza un acto de lectura en el rostro del otro, lo lee, lo interpreta y lo traduce en su propio rostro. El rostro es un libro ante el cual el niño no permanece indiferente. Un rostro no es solamente ojos, nariz y boca, es un libro que está enviando información permanentemente y los niños, los bebés, son muy sensibles así no nos demos cuenta.

El rostro un libro

La posibilidad de imitar implica un proceso de identificación que fundamenta la constitución del sujeto humano. La producción de los sonidos del lenguaje implica que alguien haya hablado al bebé. Gracias al balbuceo, el niño entra en el proceso de la construcción de su propia voz, apoyándose en la voz del otro. De esta manera, el otro empieza a inscribirse simbólicamente en los sonidos del lenguaje. Por esta razón, los sonidos del lenguaje son muy particulares. Un análisis fonético desde el punto de vista de la física nunca podrá reconstruir la presencia simbólica del otro. Se encuentra en la frecuencia fundamental todo lo que se quiera: los rasgos acústicos, por ejemplo, pero la inscripción del otro, la ciencia física no la puede captar; sin embargo es uno de los cimientos constitutivos de la psiquis humana. Si el otro no se inscribe en el espíritu del sujeto humano, el lenguaje no puede emerger.

En todas las lenguas hay balbuceo, no puede haber una lengua en la cual los bebés no pasen por esta etapa. ¿Y qué es el balbuceo en todas las lenguas? “ta-ta” “ma-ma”, “ga-ga”. El balbuceo es un juego de temporalidad bajo la forma de silabas cortas, largas, cerradas y abiertas; es una de las modalidades de inscribir el tiempo de una manera muy particular en el alma humana.

El tiempo no se ve pero se inscribe con la percepción de los sonidos del lenguaje; vemos que los sonidos del lenguaje son una forma del tiempo socialmente organizada, el tiempo de la cultura; se entra en un viaje temporal propio de una cultura y de este viaje no saldremos nunca. Por el balbuceo, el niño entra en la cultura utilizando el tiempo de esa cultura, estructurado lingüísticamente y construye su voz apropiándose de la música, de la prosodia, de la entonación de la lengua. Es una organización temporal musical. Si se le quita el tiempo a la música, la música desaparece. Descubrimos que el origen de la música en general está profundamente arraigado en los significantes del lenguaje; el lenguaje es una música, la voz es una música; a medida que se entra en el balbuceo se empieza a construir la voz utilizando rasgos musicales de la lengua aprendidos cuando se estaba en la cuna. Por eso cuando se aprende una lengua extranjera es tan difícil pronunciar como los que la aprendieron como lengua materna porque tenemos otras maneras de jugar con el tiempo y eso da un acento. Quiere decir que la lengua nos marca simbólicamente para siempre y así no digamos de dónde venimos, cada vez que abrimos la boca, sin decirlo, el otro sabe de dónde venimos.

Este es un viaje extraordinario; vemos cómo el niño entra en ese viaje musical, se vuelve sediento de todo lo que es rítmico, de todo lo que qué es música. Es por eso que antropológicamente en toda cultura se necesita que haya cantos de cuna, que haya nanas, que haya cuentitos para los niños. Todas estas creaciones culturales constituyen el alimento simbólico necesario para alimentar las necesidades musicales de la psiquis que está naciendo, emergiendo, construyéndose. Una cultura donde no haya nanas, donde no haya cantos de cuna, no sería una cultura. Se empieza ya en las nanas y en los cantos de cuna a anticipar toda una serie de fenómenos que van a venir después. Si aquí le dicen al niño duérmaseme niño, duérmaseme ya porque el coquito viene y si no duermes te llevará, es una cosa simple, musical. Al mismo tiempo le estamos diciendo cosas raras y en todas partes es la misma cosa. El niño va a tener un día que pensar en las cosas difíciles. Un día tenemos que enfrentar lo difícil y desde la cuna, con jueguitos, estamos anunciando que hay cosas muy agradables para el pensamiento pero la psiquis humana tiene también que pensar lo imposible de pensar, lo insoportable. La cultura prepara casi sin darnos cuenta para ese camino. Esas cosas tan raras que se encuentran en los cantos de cuna son una preparación lenta, como el juego del “cu-cu” que consiste en esconder el rostro. Es un juego con el tiempo donde la presencia y la ausencia se confunden pero se empieza a anunciar la necesidad de la construcción de una autonomía psíquica y donde la ausencia de la madre va a ser una realidad.

Ciertas prácticas culturales banales de la vida cotidiana son frecuentemente una manera de alimentar simbólicamente las necesidades del bebé y de acompañarlo en ese viaje a través de la lengua; hay que anunciarle las cosas que van a venir y efectivamente, hay una especie de ilusión, de anticipación completamente constructiva desde el punto de vista psíquico. Pensamos que cuando un niño empieza a decir “pa-pa-pa-pa” está diciendo “papá”, y que cuando dice “ma-ma-ma-ma” dice “mamá”; esto no es cierto pero algún día lo va a decir. Todo esto entra en un proceso de anticipación de posibilidades mentales. Narcisísticamente, es muy positivo para la organización psíquica del niño creer que ya dice “papá y mamá”. Un día lo va a hacer y a realizar; así, el deseo de sus padres habrá sido escuchado por la psiquis del bebé. Los procesos de anticipación son fundamentales en la organización del lenguaje infantil. Es por esto que al bebé hay que hablarle como si él comprendiera todo. La verdadera tragedia psíquica sería pensar que como está tan pequeño, se le habla muy poco porque no entiende casi nada. Para aprender a hablar una lengua hay que oírla hablar. Para tener voz hay que oír la voz de otros y si no permanecemos en el grito. Entonces hay que hablarle mucho al bebé. El hecho de hablarle es una manera de localizarlo como sujeto y de hacerlo nacer simbólicamente a través del lenguaje. Se le habla y ya es un sujeto; posiblemente comprende muy poco o comprende mucho y se entra en ese proceso de la comunicación. Entramos en esa especie de malentendido donde uno no comprende nunca todo, pero comprende algo, y está poniendo al otro como sujeto.

El niño empieza a producir sus primeras sílabas e inmediatamente “ta-ta-ta” se convierte en una fiesta familiar. El “ta-ta-ta” lleva hacia él porque nosotros también nos ponemos a decir “ta-ta-ta”, transformándonos en imitadores del balbuceo del bebé. El niño dice “ta-ta-ta”, la mamá o el que lo acompaña repite “ta-ta-ta” y se crea ese momento extraordinario de actividad compartida a través de las sílabas, el adulto está reconociendo la producción sonora del bebé y le está enviando un eco de su propia actividad psíquica. En ese momento se realiza ese misterio simbólico donde el adulto se transforma en un espejo del bebé; el bebé recibe lo que él produjo a través de la psiquis del que lo acompaña y ese que lo acompaña se transforma en espejo en el que el bebé se puede ver.

Si las producciones psíquicas del bebé son reconocidas y bien aceptadas, él se aferra a su propia actividad psíquica; es importante que se auto-ligue a su propia actividad mental a través del eco positivo del otro, porque es allí donde empieza el placer de pensar; ahí comienza ese misterio de tener placer cuando se piensa. Durante los primeros periodos de la vida, todo se construye en la alteridad y durante los cuatro primeros meses el bebé necesita que haya un adulto con una disponibilidad psíquica que reconozca la suya, ¿Qué quiere decir eso? que está uno observando al bebé y que cada vez que se manifiesta su actividad psíquica, se le envía un eco de su propia actividad mental. Si el niño no recibe este tipo de acompañamiento, naturalmente no va a morir, va a continuar pero su destino psíquico y posiblemente social no será el mismo. Es así como asistimos a la construcción lenta de la alteridad; es decir la presencia de otro al interior de nosotros mismos.

La psiquis humana es híbrida. Yo llevo otro que hace parte de mí y ese otro me permite comenzar a utilizar el lenguaje cuando alguien hable o simplemente cuando escucho o balbuceo. El hecho de haber construido la presencia simbólica del otro al interior de sí mismo, permite que el niño que está balbuceando se está auto escuchando, auto acompañando y empieza a hacer del lenguaje el único compañero que tendremos verdaderamente hasta el último momento de nuestras vidas.

Ya en el balbuceo, el bebé le está hablando al otro que está al interior de sí mismo. Si no hubiera la inscripción del otro, el balbuceo no sería posible. Es en ese movimiento del balbuceo y de pequeño auto diálogo interno, silencioso, que el relato comienza a emerger. Un relato para sí mismo que va a permanecer para siempre. Ese monólogo silencioso nunca será abandonado. El bebé puede más tarde dirigirse a alguien porque lleva otro simbólico dentro de sí mismo y es necesario que ese otro simbólico sea agradable.


6 meses

A los seis meses más o menos todo bebé recuerda que tuvo relaciones con alguien y quiere que esas relaciones se repitan. Al acordarse de que tuvo relaciones con alguien y que quiere que se repitan, se introduce otra forma de tiempo en la psiquis humana. Se introduce el pasado, se introduce el presente y el futuro. Al desear algo, al querer algo, el deseo empieza a escenificarse a través del lenguaje. Por eso en muchas lenguas las formas del futuro no son formas semánticas ordinarias; son formas que indican el deseo. Cuando alguien dice “quiero ir a cine esta tarde”, “quiero” es un deseo, es un futuro. Se introduce en ese momento lo que se llama la espera psíquica; esperar con alegría. Es importante que cuando el bebé espera el regreso de la madre lo haga con una cierta alegría. Quiere decir que el otro es algo gratificante, algo que acompaña, algo que da sosiego, algo que se puede convocar con el pensamiento. Si ese otro no da sosiego, no acompaña y no se deja convocar, el sufrimiento psíquico comienza. Ese otro debe ser el compañero, la voz interiorizada, la voz que acompaña, que da descanso al bebé, que le da luz y tantas otras cosas pero si la voz humana se convierte en algo desagradable para el bebé, es trágico.

Hace unos años salió un libro en inglés que fue traducido en francés, intitulado “El esquizofrénico y las lenguas”. Cuando uno lo analiza se trata de una lucha permanente con los sonidos del lenguaje. Frecuentemente, el autor hace un análisis de “él mismo”. Cuando se refiere a él mismo se habla en tercera persona y dice que para nombrarse a través de la lengua inglesa en lugar de decir “I” dice “he” que quiere decir “él” pero en “he” hay un “h” aspirada; cuando la pronuncia tiene la impresión de que va a ser aspirado misteriosamente por esa consonante. Cuando él se nombra como sujeto que habla, tiene que decir “he” pero este “he” le es insoportable a la escucha. Entonces se va en búsqueda de otra lengua para ver si resuelve el problema. Va al hebreo y encuentra que en dicha lengua “he” se dice “hu”. El “h” de “he” reaparece haciendo emerger el sufrimiento pero además tiene la impresión que “hu” tiene connotación femenina poniendo así en relieve su propia problemática frente al sexo femenino y todo esto agudiza su sufrimiento. Entonces va buscar sosiego en la lengua francesa. En francés “él” se dice “il” y apenas tenía la ilusión de resolver el problema, cuando el “i” de “il” le hizo recordar el “he” del inglés…y se dijo: esta lengua no me interesa y continúa viajando de lengua en lengua como un alma en pena a ver en qué sistema lingüístico se puede posicionar como sujeto enunciador sin sufrir al auto escuchar sus propios enunciados.

Vemos así la importancia de que la alteridad interna sea agradable para el niño. Es absolutamente necesario que durante los cuatro primeros meses de vida, todo bebé, en toda sociedad del mundo, haya recibido ese regalo de voces que lo acompañan, de nanas, de cantos de cuna y que toda esa música se interiorice para crear lo que se puede llamar una armonía psíquica. Si eso se realiza, el viaje será relativamente interesante; si esto no se realiza el viaje puede ser doloroso. Vemos como todos los que rodean al bebé participan en la construcción psíquica del niño y que éste entabla un proceso silencioso de identificación, necesario a su construcción como sujeto. Inclusive, la pronunciación de los sonidos de la lengua implica este proceso de identificación. La parte sonora del lenguaje es un conjunto ordenado de gestos de una gran complejidad que los bebés reconstruyen escuchando a los adultos que hablan la lengua de la comunidad lingüística en la cual han venido al mundo. Todos los significantes del lenguaje son el resultado de una actividad motriz corporal que se transmite de generación en generación.

No hay sino dos maneras en todas las lenguas del mundo para producir sonoridad lingüística. La sonoridad implica una obstrucción del aire que parte de los pulmones. Dicha obstrucción pude ser total dando origen a los sonidos oclusivos, o parcial, dando origen a los sonidos fricativos. Es así que producimos voz a través de nuestro cuerpo. Detrás de esos significantes lingüísticos hay una cantidad de gestos, reproducidos por toda persona que pronuncia las palabras. Son movimientos musculares increíbles. El niño es capaz de reproducir esos movimientos, de reconstruirlos a través de la audición. Si hay una oclusiva, pone su oclusiva; si hay una fricativa, pone su fricativa. Efectivamente no hay sino esas dos posibilidades para producir voz; todos los análisis de fonética articulatoria nos muestran eso. La fonación del lenguaje es algo que se ve poco. Nunca ustedes han visto una palatal; nunca han visto una velar; sin embargo, escuchando “ap” se busca el punto de articulación que corresponde a la producción de tal sonido; es decir, el gesto articulador.

Precisamente desde cuando Chomsky, empezó a insistir sobre la cuestión de los universales, la gramática universal, y la gramática particular, se fue a buscar si había universales en la parte acústica del lenguaje. Y no, no se encontraron elementos universales en la acústica del lenguaje porque cada persona tiene una voz que es diferente. La voz de un niño, de una mujer, de un hombre, de un joven, de un anciano, acústicamente son completamente diferentes; sin embrago, entendemos lo que dice como si fuera la misma voz. Entonces se descubrió que en esa diversidad de rasgos acústicos era imposible construir aspectos universales. Lentamente nos dimos cuenta que no hay universales acústicos pero si hay universales de articulación, y que las personas que aprenden una lengua realizan los mismos gestos articulatorios, produciendo una voz diferente porque el cuerpo participa en la construcción de la voz. Un bebé que pronuncie una palabra y la mamá le dice “manzana” o el papá, o todas las personas que estén alrededor: “manzana”, el bebé dice “nana”; se apropia de esta manera de un núcleo sonoro de la palabra. En ninguna parte del mundo el bebé va a pronunciar la palabra completa; se apoya en el núcleo acústico… entonces con las nuevas técnicas, observamos qué músculos se están poniendo en movimiento. Vemos que el bebé comienza a reproducir exactamente los mismos movimientos musculares que los adultos; lentamente se los apropia, y cuando se los ha apropiado pronuncia “manzana”. Estos movimientos articulatorios producen sonidos creando el nido de la parte semántica y conceptual que vendrá a alojarse en los significantes lingüísticos haciendo posible un encuentro armonioso entre lo corporal y lo abstracto propio de la actividad mental del hombre en el lenguaje.

Quisiera que avanzáramos un poquito más. Ya tenemos un sujeto constituido en sus columnas iniciales; es decir, un otro que continúa tomando una forma a través de toda la cultura y a través de toda la lengua. A los cuatro meses se producen una cantidad de revoluciones; es decir, el niño puede ya tener su cabecita erguida y aparece la mirada conjunta que todos los psicólogos reconocen como momento crucial en la elaboración de las relaciones humanas. La mirada conjunta sobre objetos del mundo exterior ha retenido la atención en todas las culturas y la alimentan de varias maneras: la sonajera, el móvil, son entre otras, modalidades para acompañar los niños en estos momentos. Se trata de alimentar un nuevo sistema de comunicación. El primer sistema de comunicación era frente a frente, hablando; haciendo gestos para que el niño pudiera apropiarse de todo eso. La mirada conjunta introduce un triángulo. La comunicación carita a carita, va a ser remplazada por una actividad compartida que consiste a mirar otras cosas que no son ni tu ni yo: el mundo exterior, y es a través de ese triángulo que entra toda la cultura.

La mirada conjunta

Se podría pasar toda la vida, mostrándole objetos al niño - el mundo tiene muchos objetos- y nunca sería posible satisfacerlo completamente. Es necesario que los adultos alimenten ese nuevo sistema de comunicación. Al principio era la música, ahora es la mirada conjunta la que hace entrar en la intersubjetividad. El niño tiene un otro interior y es sensible al otro exterior. Las actividades compartidas pueden ser aumentadas considerablemente para enriquecer los juegos entre sujetos. Cada uno es diferente pero mira en la misma dirección. Esa puerta de entrada activamente en el mundo exterior, en la cultura, puede ser utilizada en diferentes direcciones. El libro de imágenes, entre otras cosas, será bien venido. El libro puede entrar en ese movimiento de relación conjunta, de visión conjunta. Como el libro se ha transformado en un continente de cultura, no hay que ir demasiado rápido, hay que mirar primero las imágenes, las formas, los colores, hay que dejarle el tiempo al niño para que mire. Ejercemos nuestra disponibilidad psíquica; nada se requiere, excepto mucha paciencia. Si el niño quiere que se le pasen las páginas y que se le lea; pues muy bien, pasen páginas y después él le quitará a usted la mano y será él quien va a pasar las páginas; es decir, se apropia del gesto del otro, después será él quien va a mostrar de la página algo que le interesa, una imagen.

Actividades compartidas

Asistimos con la aparición del gesto mostrar con el dedo al surgimiento de otra actividad única del ser humano. El acto de mostrar es extraordinario porque todos los esquemas de acción anteriores implicaban un contacto directo con los objetos. Pero el acto de mostrar con el dedo crea una distancia, empieza a permitirnos accionar simbólicamente sobre el mundo, sin tocarlo. El niño que muestra la paloma que llega al balcón y que mira a la mamá y le dice “a”, le está diciendo a su madre: “mira mamá”, y la madre responde “ah, una paloma”, está haciendo un acto de alteridad, de intersubjetividad y de lenguaje impresionante. ¿Por qué? Porque no muestra para él; muestra para otro y todo el lenguaje ya está ahí. Es decir, hubo un elemento del mundo que produjo un evento psíquico pero como el bebé no tiene todavía las palabras, lo utiliza como soporte para hacerle ver al otro lo invisible del espíritu. Ahí aparece el teatro como una propiedad de la psiquis humana: una puesta en escena de lo que pasa en la psiquis, utilizando un soporte material - las palabras son físicas, audibles o lengua de signos- es una manera de poner en escena lo invisible del espíritu. Yo diría que la palabra que aparece en ese momento- porque el niño muestra y la mamá nombra- es una forma de teatro universal. Pasamos toda la vida poniendo en escena.

Mostrar con el dedo

El lenguaje es una especie de teatro donde ponemos en escena lo invisible de la psiquis. A partir de ese momento nos transformamos en seres que pasamos nuestro tiempo escenificando, poniendo en escena. Ponemos en escena las palabritas y por las palabritas escenificamos frecuentemente algo que está más lejos de ellas. Lo que quiere decir que cuando nombramos un objeto ya tenemos la representación mental de ese objeto y que apenas nombremos uno que no conocíamos, inmediatamente lo creamos para que entre en la posibilidad de juego de nuestras representaciones mentales. Es como en la Biblia: “que la luz sea y la luz fue”. El niño que nombra un objeto inmediatamente lo crea en la psiquis y empieza a crear el mundo así y a construir el vocabulario

Se puede hacer la hipótesis de que el bebé elabora una especie de libro psíquico construido lentamente a medida que avanza. El hombre inventó el libro y el teatro no por accidente; libro y teatro son una necesidad absoluta de la alteridad y de la intersubjetividad humana para que los otros puedan leer lo que se realiza en la psiquis. El lenguaje es nuestro teatro universal, una perpetua puesta en escena de lo que ocurre en nuestro espíritu. Es por eso que el psicoanálisis existe para que el sujeto que hable ponga en escena, inclusive lo que no quiere decir. Ponemos en escena, por el lenguaje, por la enfermedad, por el arte, por la música, por los problemas de la piel, por el silencio, por la locura, por la psicosis. Nos la pasamos siempre poniendo en escena, es decir creando un lenguaje dirigido al otro.

Ese es el destino del sujeto humano: construirse y a medida que se construye, ponerse en escena para el otro. Luego viene la cultura a regular esos procesos. En ninguna cultura se puede decir todo lo que uno piensa. Sería una locura. Entonces viene la pragmática del lenguaje: puedo posicionar al otro lingüísticamente y me puedo posicionar frente a él. Es el elemento mínimo para que haya pragmática. Después vienen todos los filtros culturales para que la filosofía pragmática pueda realizarse. Según la persona que tengo al frente utilizo un vocabulario diferente, una entonación diferente, un rostro diferente, movimientos diferentes; si estoy hablando con un amigo, hago una broma, si voy a hablar con el rector de la universidad, posiblemente suprimo ciertas bromas; es decir, cada vez que hablo realizo una pragmática, una puesta en escena en esa situación específica. Es ahí donde uno se da cuenta que no es suficiente conocer la gramática formal de una lengua para hablarla correctamente en las prácticas de la vida cotidiana.

Me he dado cuenta de ello en francés. He creado un curso de antropología y lenguaje a través de diferentes culturas y las dificultades que tiene uno como extranjero para apropiarse de las lenguas extranjeras. Por ejemplo, en francés si alguien le propone un aperitivo dice: “¿Est-ce que vous voulez un aperitif?” y si usted dice “OUI ” ¡es catastrófico. En español, “¿Quiere un aperitivo? Uno responde: “si, vamos”. En francés si se dice “oui, je veux”, es catastrófico. “Si yo quiero”, ¡catastrófico!. Toca decir: “oui, je veux bien”. Esa partícula “bien” que se pone ahí, ¿Qué quiere decir? “bien” quiere decir: “yo escuché lo que usted ha propuesto; lo acepto, tal como usted lo ha propuesto. Yo estoy aquí para complacerlo”. Eso es la pragmática de la lengua. En francés por ejemplo, es mejor evitar dar una orden en la intersubjectividad de la vida cotidiana. Si yo estoy en la calle y le digo a alguien “¿hay un paradero de buses por acá?”, se le está pidiendo al otro, se le está diciendo una orden: “dígamelo”. En francés no es posible; si se hace se está fuera de la cultura. Se le debe decir algo tan complicado como: “Est-ce que vous-connaissez bien par ici une station de bus? o sea, “¿es que tiene usted el conocimiento de algo que tiene relación con la estación del bus?”. El otro dice: “bien sur, tout droit”. Si le quiero decir a alguien, “dígale a este amigo que me llame esta tarde”; no le puedo decir a ese señor “dígale a Pedro que me llame esta tarde” es imposible en francés o es posible pero está fuera de la cultura, fuera de la lengua. Toca decirle a esa persona: “dite bien à Pierre de me téléphoner ce soir”; es decir, “te pido el favor que no olvides y que le recuerdes a Pedro que me llame esta tarde”. Esa es la pragmática de la lengua, a tal punto que se pueden aprender las reglas de gramática de una lengua en un libro, pero la pragmática de utilización de una lengua nadie la aprenderá en un libro. Tiene que practicarla, intersubjetivamente; y todo eso hace parte de la filosofía del lenguaje y de la pragmática del lenguaje propios a cada cultura.

Aprender una lengua es precisamente, aprender a manifestarse a través del lenguaje. A declararse existente a través del lenguaje para ser reconocido por el interlocutor. El lenguaje es como cuando uno llega al campo, a una casa y no ve a nadie; uno dice “¿hay alguien?” y si alguien responde; entonces, usted fue reconocido en su grito. El otro lo reconoció y usted reconoció al otro.

El lenguaje es un dispositivo de reconocimiento recíproco de psiquis, entre psiquis. El lenguaje no es para dominar al otro. Cada vez que yo hablo, porto en mí una parte del discurso del otro y cada vez que el otro habla, porta en su discurso una parte de mi discurso. Aunque yo le diga a otro: “no estoy de acuerdo” lo llevo en mi discurso; llevo el discurso del otro; si le digo: “estoy de acuerdo” lo llevo más; “de acuerdo pero… tal cosa”, entonces lo llevo y al mismo tiempo me introduzco yo como sujeto para crear mi espacio.

El lenguaje es un juego de espacios simbólicos donde pongo al otro como existente y al mismo tiempo emerjo yo como existente. Esos pequeños juegos son lo que constituyen la comunicación humana. Al realizar una operación, por ejemplo, utilizar un pronombre como cuando digo “yo”; pero cuando el otro me habla me dice “tu”; esto es posible porque sabemos que el otro tiene la experiencia del “yo”y yo tengo la experiencia del “tu”. Es como cuando se le dice a alguien “hola usted está triste, un poco triste hoy”; quiere decir que yo tengo una experiencia de la tristeza; si no, no podría representarme su estado psíquico. Realizamos de esta manera una especie de proyección muy disimulada de si mismos sobre los demás. Todo esto hace parte de los procesos pragmáticos del lenguaje en la cultura, en la sociedad.

Hay que hacer una distinción fundamental, entre lengua y lenguaje. El lenguaje es la capacidad que tiene el ser humano de recibir informaciones que vienen del otro para hacer un tratamiento mental y enviarle un eco del resultado de dicho tratamiento mental. El lenguaje está en la lengua. La lengua es el inglés, el francés, el chino pero el lenguaje es lo que constituye a todo ser humano antes de entrar en la lengua. Es la construcción de la alteridad interna; ese es el lenguaje. Sobre ese lenguaje se construyen las lenguas. Esa es la facultad del lenguaje: poder construir al otro simbólicamente y después acceder a las lenguas. Aprendo la lengua materna, aprendo lenguas extranjeras y otras lenguas. ¿Como podría haber pronombres si el otro no se ha construido en el espíritu? ¡Imposible! Viene ese proceso de identificación. La gramática se ha equivocado, cuando afirma que “yo” es el singular de la primera persona y que “nosotros” es el plural de la primera persona. No, la primera persona no tiene muchos plurales. Identifico al otro y lo pongo en la misma cajita “nosotros”. Para decir “nosotros” tiene que haber “yo” y “tu” que hace “nosotros”. “yo” y “ella” hace nosotros. “yo” y “el” hace nosotros. “yo” y “ellos” hace nosotros. Es una cantidad de elementos que entran en relación los unos con los otros; los niños lo descubren sin ningún problema.

El ser humano tiene la competencia de leer fácilmente todos esos procesos de transmisión; es decir, alguien pone en escena y a partir de la puesta en escena, el niño es capaz de extraer los principios de construcción de la lengua y los procesos de utilización. No se le ha dicho nunca a un niño: “oiga para decir nosotros hay muchas posibilidades”. El lo descubre solo.

Sed de palabras

El lenguaje se instala de esa manera abstracta y la lengua es posible. Cuando el niño empieza a nombrar cosas mostrándolas con el dedo, se ve que la psiquis puede contener algo al interior; se empieza esa aceleración de la adquisición del léxico mental. Todos los que hemos estudiado eso, asistimos a la explosión del léxico mental hacia los dieciocho meses; después nos dejan atrás los muchachos porque quieren centenares de palabras, la sed de música, de prosodia de los sonidos se transforma en sed semántica de palabras. El bebé empieza aferrándose a la música de la lengua y termina aferrándose al placer del contenido semántico del discurso. Cuando empieza a jugar con el sentido conceptual del léxico, ya se está volviendo adulto. Al principio, el niño distingue las palabras, no por lo semántico, sino por la música. “Bueno” y “buena” para un niño son dos cosas diferentes; no porque sean masculino o femenino sino porque hay un fonema que es o ó a y eso los hace ser diferentes. “Palo” y “malo” para nosotros semánticamente son diferentes pero para un niño palo y malo musicalmente son diferentes porque se diferencian únicamente por un fonema “m” o “p”; lo que llamamos en lingüística el par mínimo. Así, primero se trata de construir armonía sonora, armonía de movimiento, armonía de articulación y después se entra a construir la armonía semántica.

La psiquis se transforma en continente, contiene algo; es decir, ya puede mantener la presencia simbólica dentro de ella misma. Es muy difícil que el niño pueda aprender vocabulario si no ha construido esa especie de placer de los sonidos para construir más tarde el placer del sentido. La psiquis se transforma en un continente simbólico de semántica, placer del sentido, placer de pensamiento.

Hacia los dieciocho meses aparece otra revolución: una vez que esta psiquis se ha transformado en continente de lo semántico, de lo musical, de lo rítmico, de la armonía del movimiento empiezan a aparecer los enunciados de dos palabras.

Los lingüistas estuvimos obsesionados durante muchos años con el concepto de la predicación. La lingüística utiliza la frase como modelo o unidad de análisis supremo, prolongación de las diferentes tradiciones gramaticales. La predicación es la obsesión de la teoría lingüística. Nos preguntamos: ¿En qué momento el niño empieza a predicar? La aparición de enunciados de dos palabras fue muy analizado por los investigadores para tratar de asistir a la emergencia de una predicación verbalmente marcada.

Cuando se observan diferentes culturas -he observado bastantes lenguas- por lo tanto puedo afirmar actualmente que las dos palabras no aparecen, como yo creía lingüísticamente al principio. Cuando uno observa los bebés, las dos palabras empiezan a aparecer cuando hay cosas que no le gustan al niño y dice: “no quelo y no quelo y no quelo” y no quelo”, cuando le van a hacerle tomar algo amargo o desagradable al gusto. Naturalmente el niño antes de poder pronunciar eso, empezó cerrando la boquita. El bebé, cierra la boca y escupe si está muy amargo, después si el movimiento se organiza de otra manera, cierra la boca y voltea la carita y más tarde cierra la boca, voltea la cara y se cubre la boca con la mano. Es toda una coordinación que vale la pena observar. Yo me jugué con esos procesos, pero “no quelo” es muy importante, o cuando algo se cae y lo va a buscar y dice “no hay”. Ahí empiezan las dos primeras palabras. Si hay un niño francés y la mamá dice: “bueno vamos a tomar la ducha” y el niño le dice: “pas tête”, no quiere que le bañen la cabeza, la cabeza no.

La negación comienza en el lenguaje del niño jugando un papel muy importante, se trata de una operación muy compleja. Con la negación se empieza a nombrar lo que no existe o lo que está ausente. Se empieza a nombrar una ausencia de presencia. Digamos simplemente, cuando el niño dice “no hay” está utilizando dos palabras pero esas dos palabras quieren decir que está nombrando la ausencia a través del lenguaje. La representación psíquica de la ausencia da acceso a una nueva modalidad del pensamiento.

Filosóficamente se ha confundido la representación mental de la ausencia, como modalidad del pensamiento humano con la determinación de ausencia de objetos en el mundo. Hay que ver esta problemática de otra manera, puesto que la determinación de ausencia de un objeto en el mundo es una referencia que el sujeto enunciador construye al utilizar la lengua; mientras que la representación de la ausencia, es una modalidad del pensamiento y una propiedad del lenguaje a través de la negación. En español ustedes tendrán posiblemente niños que se están tomando un juguito de naranja que les gusta y cuando acaban dicen: “no hay, ma”; piden más “no hay, mila, no hay, ma” en francés dicen: “a plus, encore”. La lengua francesa es interesante en ese caso porque cuando uno dice en francés “il n’y a plus”, cuando los niños dicen “il n’y a plus”, quieren decir: la cosa de la que yo hablo estaba antes presente y ahora la nombro como ausente. Entonces presencia y ausencia aparecen como una nueva posibilidad de juego psíquico a través del lenguaje. A veces aparece la forma del imperfecto. Cuando uno se pasea en el campo y dice “aquí había o estaba la casa de la abuelita” quiere decir que la casa existió en un momento dado y que actualmente no existe. A partir de ese momento entramos en una nueva modalidad del pensamiento gracias al lenguaje y la sintaxis es posible. Los primeros enunciados de dos palabras en los niños aparecen bajo la forma de la negación. Es decir, para designar la presencia de un objeto es suficiente mostrarlo. Mientras que no se puede mostrar la ausencia, la ausencia se nombra pero su nominación implica enunciados de más de una palabra.

Hay una relación profunda entre las operaciones de negación y la aparición de la sintaxis la cual permitirá, entre otras cosas, que el sujeto enunciador utilice el lenguaje para jugar simbólicamente con la representación mental de la ausencia y la presencia. El lenguaje nos permite viajar por la utilización de esos mecanismos a través del tiempo y del espacio estructurados lingüísticamente. Pasamos nuestra vida jugando con esas modalidades mentales. Cuando alguien dice “si esta casa fuera mía me haría aquí un jardincito”, quiere decir que esta casa no le pertenece y nunca hará un jardín. No nos damos cuenta que estamos jugando permanentemente con la representación simbólica de la ausencia y de la presencia y no salimos de ahí. Si yo digo que esta mañana tenía una cierta tensión por que tenía que hablarles a ustedes, estoy afirmando que la tensión ya desapareció en este momento. El lunes próximo estaré en otro continente, quiere decir que todavía no estoy en ese continente; nombro algo como ausente aquí pero que va a estar presente en otro momento y en otro lugar. Todos estos ejemplos muestran que estoy jugando verbalmente con representaciones mentales de presencia y ausencia.

Lo que se aprendió en la escuela bajo la forma de conjugación verbal está ligado a estos procesos de juegos mentales de presencia y ausencia. Las tradiciones gramaticales se han consagrado a analizar la forma de los enunciados en la lengua sin tener en cuenta los procesos que vehiculan dichas formas. Winnicot hizo inteligible a través de la lengua inglesa las dos modalidades que tiene el juego en espíritu humano: “Play y game”. El primero es un juego cuya estructuración es muy variable permitiendo libertad de organización: “play the piano” como dicen en inglés. La segunda modalidad “game”, se trata de un juego muy estructurado, con reglas estrictas para respetar. Yo diría que lo del balbuceo es un “play” y que las reglas de gramática es un “game”; pero para que haya “game” tiene que haber en profundidad alguito de “play”; si no, los juegos psíquicos a través del lenguaje no serian posibles. Más allá del aspecto estricto de las formas de la conjugación verbal y de la concordancia de tiempos gramaticales esta el “playing” de los juegos del espíritu a través de la representación de la presencia y de la ausencia, acompañados de todas las posibilidades musicales de la lengua. Todos estos procesos hacen parte del placer inherente a la utilización del lenguaje.

El niño llegó a los 18 meses; tuvo acceso a esta nueva modalidad de pensamiento: poder tener la representación de la ausencia. Va a pasar toda su vida en el juego simbólico inagotable del espíritu de la presencia- ausencia y de las referencias en el mundo de las presencias y de las ausencias. Está adulto ya, es por eso que a partir de ese momento aparece la posibilidad de un imaginario profundamente estructurado.

¿Qué quiere decir esto? El niño podrá nombrar a través de la lengua lo que no existe porque la psiquis lo crea. Nombrar lo que no existe para hacerlo existir, esta es la operación más sofisticada del imaginario. Podrá hacer desaparecer simbólicamente lo que existe o hacer existir de otra manera lo que ya existe. Estas operaciones serán la fuente de la literatura. Sin ellas, la literatura no podría existir. Todo esto son juegos del lenguaje. Si no hubiera representaciones de la ausencia no podría haber literatura porque la literatura se permite crear personajes que no existen para hacerlos existir simbólicamente; en las novelas policíacas se destruyen simbólicamente seres que existen. Ese es el juego mental donde el imaginario aparece con toda su fuerza, con todos sus peligros, porque ese imaginario va lentamente a permitirle al niño autorepresentarse su propia ausencia. Es por esto que en todas las culturas hacia los dos años de edad, los niños empiezan a tener pesadillas profundas, a tener dolor de estómago porque se anuncia algo que es muy difícil de soportar: la representación de su propia ausencia. En toda cultura es la misma cosa: no se le enseña a un niño que es mortal pero él lo descubre sólo a partir de estos procesos. Saber que somos mortales es en parte un problema del lenguaje; en ese momento la cultura se hace absolutamente necesaria para crear ilusiones simbólicas y hacer que la vida individual y social sea posible. Eso es la cultura: un conjunto de representaciones mentales para hacer que la vida psíquica, individual y social sea posible. De allí viene la lengua. De allí vienen los cuentos, de allí los relatos y muchas otras formas culturales para que cada generación disponga de un patrimonio cultural que será utilizado para que los niños y las niñas se construyan psíquicamente y entren en una cadena simbólica prolongando y creando nuevas experiencias humanas a través del tiempo

Pido perdón a los colegas lingüistas por no haber hecho una exposición de lingüística formal clásica, opté por hacer, en un lenguaje sencillo, una exposición de los procesos psíquicos que permiten las formas lingüísticas.