Fragmento del Álbum de Familia, Fundación Carvajal La familia: un cuento por contar
Carmen Elena Soto

Antes de ser uno mismo, se es “hijo” o “hija” de X o Y, se nace en el seno de una “familia”. Antes de ser socialmente cualquier otra cosa, se es identificado por un “apellido”. En todas partes las primeras palabras que el niño aprende -“papá”,“mamá”- son las voces, cargadas de sentido, que designan a su padre y a su madre; después, vienen los demás vocablos del parentesco... Así, el mundo se divide entre los “suyos” y los “otros”. Francois Zonabend, Historia de la Familia


Todo ser humano trae de la mano una familia, la que sea, pero la trae. Esta configura el primer escenario de desarrollo, donde se construyen los cimientos de lo que se es y se llegará a ser. La familia y el contexto modelan el sujeto en razón de lo que privilegian, desean y promueven en sus hábitos y prácticas de crianza.

Contarles a los niños, desde bebés, la historia de la familia a la cual pertenecen, mediante cuentos, historias, chistes, anécdotas y fotografías, no solo los beneficia en su desarrollo, sino que les ayuda a construir memoria familiar, a tener relatos de situaciones reales en los que aparecen el éxito, los desaciertos, los valores y las lecciones aprendidas, porque no estamos hablando de familias ideales, sino de “carne y hueso”.

Este contexto de narrarle a los niños y que se apropien de la memoria familiar, es un proceso que debe iniciarse desde que nacen. Por lo tanto, el entorno que los rodea les brindará las herramientas que necesitan para que construyan su propia identidad.

Si los niños saben quiénes han sido sus antepasados y las historias tejidas alrededor de ellos, tienen cimientos que les permiten saber quién es quién en la familia y apropiarse de su historia familiar. Incluso, construyen una idea de sí mismos cuando les hablan sobre lo que hacían cuando eran más pequeños, lo que ayuda a configurar su identidad. De esta manera ocupan un lugar muy importante en su familia y la sociedad.

Nada mejor para hacer visibles los niños que contarles cuentos y arrullos. Es una forma de situarlos como sujetos de comunicación que rompe con la mirada tradicional, sobre todo de los más pequeños, vistos como apéndices de la mamá, la abuela y otros adultos que lo rodean.

Las fotografías contienen relatos, a través de ellas afloran recuerdos, momentos y personajes significativos que detienen el olvido y permiten nuevas lecturas del pasado. Sin embargo, existen secretos de familia que se ocultan porque se cree que hacen daño conocerlos, cuando en realidad puede hacer más daño no saberlos. Se imaginan cosas más complicadas que las que se ocultan.

La familia es un cuento de nunca acabar. Recoge épocas lejanas, antepasados vivos, muertos, ausentes que han transmitido un legado a través de lo que fueron y lo que hicieron.

El tejido de palabras que hablan de la familia les permite ubicarse en ella, saber de dónde vienen y para dónde van. El problema no es el tipo de familia, sino la claridad que ganen los niños acerca de ella, del lugar que ocupan; de que puedan apropiarse de las historias que los envuelven.

Narrar historias familiares contribuye a que los niños se inscriban de verdad en la familia que les tocó; llevar un apellido no significa que sientan que pertenecen a una familia. Mientras los niños estén presos de explicaciones imaginarias acerca de sus orígenes, resulta muy difícil que avancen en la comprensión del mundo que le rodea.

Los relatos de familia son hilos conductores que tejen no solo vínculos entre generaciones, sino que ayudan a construir el tejido de cada niño, es decir la identidad o el sello que lo distingue. Significa esto crear cimientos, un piso firme donde pararse y tener herramientas para enfrentarse a la vida, para no quedar a la deriva de explicaciones imaginarias.

Para que la familia sea un cuento por contar: